Rutas de un día El Puente de los Poyos es un arco de granito situado en la Pedriza Posterior y al que en algunas de nuestras excursiones nos dirigimos, bien de paso , porque realizamos otra ruta o bien con el objetivo de llegar solo allí . Desde este sitio es posible reponer fuerzas y admirar el paisaje y a continuación, emprender la bajada o ir a encontrar la Majada de Quila u otro de los lugares singulares de la Pedriza.
«Fue hace 98 años, justo por en estas fechas. Exactamente durante los carnavales de 1914, cuando Juan A. Meliá y José Tinoco, dos históricos montañeros de antaño, fundadores de la sociedad de alpinismo ‘Los Doce Amigos’, hoy Peñalara y que del mismo modo, este año cumple su primer siglo de vida, decidieron aprovechar los días festivos para practicar su afición favorita: salir al monte.
Conviene señalar que entonces no era como ahora, que cualquiera puede coger un vuelo y plantarse en los Alpes, el Atlas o las montañas escandinavas para hacer unas escaladitas en un simple fin de semana y el lunes estar de nuevo en el trabajo. Entonces las cosas eran muy diferentes. Salir a La Pedriza, por ejemplo, que es lo que decidieron aquellos insignes alpinistas, requería esfuerzos parecidos a marcharse hoy de expedición al Kilimanjaro.
Para venir hasta la Pedriza, debían tomar un tren hasta Cercedilla, y una vez allí, ser recogidos por una carreta previamente contratada que les transportaba hasta Manzanares el Real, en un camino por el pie de sierra que les ocupaba una buena jornada de travesía. Una vez en el pueblo, la ruta es bien sabida: echarse a andar Pedriza adentro. Aunque en aquellos tiempos los caminos eran patrimonio exclusivo de cabreros y buscavidas, nada que ver con senderos balizados, chiringuitos en Canto Cochino y guías de recorridos serranos, dicho sea de paso.
Sin dudarlo, recorrieron la garganta Camorza Manzanares arriba, empalmando luego con el cauce del arroyo de la Dehesilla, para plantarse en el centro de la depresión que separa las dos Pedrizas: anterior y posterior, justo donde tiempo después se construiría el refugio Giner, aún en buen uso.
Desde allí, cruzaron el arroyo y comenzaron a ascender por el Circo de La Pedriza hasta plantarse en el centro de la amplia cuenca, en lo que hoy es llamado Los Llanillos. Entonces ocurrió lo que tantas veces: se desencadenó la tormenta. Y empezó a nevar a modo. Tanto nevó, que tuvieron que refugiarse en una oquedad entre las peñas. Lejos de amainar, la cosa fue a más obligándoles a pasar una noche terrible en el improvisado refugio.
A la mañana siguiente continuaba el nevazo. Temiéndose lo peor, Tinoco y Meliá se armaron de valor echándose monte abajo. Descendieron como pudieron por un terreno que la nieve había vuelto inestable y resbaladizo, alcanzando la base de la montaña después de cuatro horas de un arriesgado descenso que, lo reconocieron ellos mismos, a punto estuvo de costarles la vida. Meliá incluyó aquella tremenda aventura en Andanzas castellanas, clásico del alpinismo español que debieran leer todos cuantos deseen conocer como era subir al monte entonces. En el mismo describe la covacha que les amparó y que desde entonces se conoce como refugio de Majada de Quila.
Al contrario que otro refugio cercano, desmontado estos días por una incomprensible fiebre conservacionista de los gestores del parque que, sin embargo, no son capaces de poner en orden los bosques de repoblación del entorno que piden a gritos su arreglo, el refugio de la Majada de Quila se mantiene igual que en 1914. Quién sabe si incluso con las mismas piedras que Meliá y Tinoco utilizaron para levantar el murete que protege su entrada. Visitarlo en estos carnavales, es regresar a los orígenes de nuestro montañismo, al tiempo que se brinda homenaje a aquellos pioneros. Una celebración a la que no ha querido faltar la nieve, que cae copiosa estos días sobre el Alto Manzanares.» Por Alfredo Merino